miércoles, 4 de julio de 2012

ENRIQUE FERNÁNDEZ LEDESMA


ENRIQUE FERNÁNDEZ LEDESMA
BIOGRAFÍA
}  Nació en Pinos, Zacatecas, el 15 de abril de 1888.
}  Se educó en Aguascalientes, amigo de Ramón López Velarde, Manuel M. Ponce, entre otros.
}  Estudia para escritor: ensayos, cuentos; crítico literario.
}  1919: “Con la sed en los labios” con influencia de López Velarde.

OBRAS
}  Los viajes al siglo XIX (1933)
}  Historia crítica de la tipología en la Ciudad de México (1937)
}  Galerías de fantasmas (póstumo 1939)
}  19 monedas de cobre (cuentos)

CARGOS
}  Subdirector y director de la Biblioteca Nacional de México (1929-1936)
}  Promotor de la lectura en México.
}  Transmisión radiofónica : “Mensajes bibliográficos y críticos de la Biblioteca Nacional de México”
}  Instaló la Hemeroteca Nacional en la Capilla de la Tercera Orden.
}  Especializado en las artes gráficas.
}  Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua






Candelario Huizar (2)


CANDELARIO HUIZAR
BIOGRAFÍA
  Nació el 2 de febrero de 1883, en Jerez, Zacatecas.
  Fue cornista, compositor y pedagogo.
  Inicia sus estudios musicales desde pequeño, con la instrucción de Narciso Arriaga, director de la Banda Municipal de Jerez. (1892)
  Se especializa en el estudio de la viola.
  Forma un cuarteto de cuerdas en 1900.
  Miembro de la banda de viento; forma parte de la Revolución Mexicana.
  Forma parte de la Banda de Música de la División del Norte
  1917: llega a la ciudad de México.
  1918: se inscribe en la Banda de Música del Estado Mayor Presidencial.
  Se inscribe al Conservatorio Nacional de Música.
  1920: nombrado copista del Conservatorio Nacional de Música.
   1924: se gradúa como cornista y compositor.
  Profesor de armonía e instrumentación.
OBRAS
  Su obra consta de 373producciones
  373 en total de 1922 a 1970
  Cinco sinfonías
  116 piezas se han tocado, algunos sólo una vez.
  6% grabado.
POMEAS SINFÓNICOS
  Pueblarinas
  Imágenes (1919): tercer lugar Concurso de Composición Nacionalista. Estrenado el 26 de marzo de 1928, por la Orquesta Sinfónica Mexicana. 

OTRAS OBRAS
  Compone cinco sinfonías
  Oxpaniztli , sinfonía no. 2 (1931)
  Cora, sinfonía no. 4 (1942)
  Surco (1931)
  Sonata para clarinete y fagot.
MEDALLA CANDELARIO HUIZAR
  31 enero al 7 de febrero de 2010, Primeras Jornadas Candelario Huizar, en Jerez, Zacatecas.
  Teatro Hinojosa.


Fernando Villalpando Ávila


Fernando Villalpando Ávila

Nació en esta ciudad de Zacatecas, el 30 de mayo de 1844 y murió en este mismo lugar el 21 de diciembre de 1902. Este gran músico nació en la ciudad de Zacatecas, el 30 de mayo de 1844, en la calle de los Gallos, hoy 54 de la Galeana, hijo de padres zacatecanos don Ignacio Villalpando dedicado al comercio y doña Victoriana Ávila.

Ilustre compositor de música. Fue Director de la Bandas de Zacatecas y Aguascalientes. Figuró como violín concertista en la Opera Mexicana que dirigía don Miguel Meneses. En 1883 dirigió las representaciones de la Opera que se presentó en Zacatecas, donde actuaba la excelsa diva Angela Peralta. Entre todas sus composiciones de variadas clases, se ha distinguido notablemente la Marcha Fúnebre de González Ortega, que ha sido ejecutada en los funerales del Gral. Grant, Victor Hugo, Lerdo de Tejada, Sadi Carnot, Guillermo I de Alemania, Alejandro III de Rusia, Vicente Riva Palacio, Gral. Toch y en otras ocasiones igualmente solemnes. FUENTE: Biografias de zacatecanos Ilustres, zacatecas, 1967.
Desde su infancia dio muestras de inclinación hacia la música. A los once años de edad ingresa a la Banda de Música del segundo Batallón de Zacatecas, a las órdenes del general J. Jesús Gonz{alez Ortega, siendo dirigida por el maestro Juan Nepomuceno Rosales, que le asignó el corno por instrumento después paso a tocar clarinete y al final concluyó su vida de instrumentista como ejecutante de violín.

Fernando Calderón y Beltran


Fernando Calderón y Beltran
Nació en la ciudad de Guadalajara, el 20 de julio de 1809 y murió el 18 de enero de 1845 en la ciudad de Ojocaliente, Zacatecas. (36 años).
Se considera, justamente, hijo de este Estado de Zacatecas. A quien le consagró toda su vida e inteligencia. Fue un distinguido abogado y poeta lírico y dramático. Ocupó los puestos de Diputado y Presidente del Congreso del Estado, Magistrado del Supremo Tribunal de Justicia del mismo Estado, Vocal de la Junta Departamental y Secretario de Gobierno, en tiempo de la administración del señor Marcos Esparza, en cuyo empleo le sorprendió la muerte. En la ciudad de Zacatecas se encuentran teatros uno de ellos lleva su nombre.

CANDELARIO HUÍZAR GARCÍA DE LA CADENA


CANDELARIO HUÍZAR GARCÍA DE LA CADENA
Nació en el municipio de Jerez de García Salinas, Zacatecas, el 2 de febrero de 1883. Fue parte de una familia humilde, y sus primeras incursiones en el mundo de la música se dieron a partir de prácticas y clases con Narciso Arriaga, director de la Banda Municipal de Jerez. Se convirtió en miembro de bandas del viento y llegó a participar en el movimiento revolucionario mexicano. Se trasladó a la Ciudad de México a finales del año 1917, donde se estableció definitivamente. Se inscribió en el Conservatorio Nacional de Música, fue alumno de Aturo Rocha, Estanislao Mejía, Aurelio Barrios, Gustavo Campa, Rafael Tello, etc. Para el año de 1920 fue nombrado copista del Conservatorio Nacional. Se graduó de esta institución en el año de 1924, egresó como cornista y compositor. Más tarde lo nombraron profesor de las clases de armonía, composición e instrumentación.
Compuso numerosas piezas instrumentales. En 1951 ganó el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Bellas Artes. Sus cuatro sinfonías forman parte del repertorio orquestal mexicano del siglo XX. Además, a partir del 2010 se realizan programas en Jerez, llamados “SURCO”, por uno de sus poemas sinfónicos. El último de los programas incluía a músicos como Evangelina Reyes, Camelia Goila, David Eduardo Rocha, Cristina Pestana, Juan Carlos Laguna, Alfonso Vázquez, etc.
También se extiende una convocatoria, llamada Medalla al Mérito Musical “Candelario Huízar”, realizada por el gobierno del Estado de Zacatecas, con el fin de premiar y reconocer a los músicos que destaquen por ser buenos compositores, ejecutantes, docentes o investigadores. La medalla de este año la recibió Francisco Venegas García.

Ramón López Valarde


Ramón López Velarde
Poeta zacatecano, nacido en el pueblo de Jerez de la Frontera, en el año de 1888. Estudió la carrera de Jurisprudencia en la ciudad de San Luis Potosí, al término de sus estudios, en el año de 1914, se estableció en la capital del país, donde ocupó algunos cargos como docente. De sus obras literarias se pueden nombrar las siguientes, La sangre devota (1916), Zozobra (1919), La suave patria (1921), y El son del corazón (1932), este último es un homenaje póstumo y en él se recopilan sus poesías finales. Muere en el año de 1931.[1]
Lo característico en la obra poética de Ramón López Verlade, según dice Alfonso Bullé Goyri, es su indecisión entre el pueblo y la capital, sus poemas siempre se ven oscilando entre estos dos espacios, entre las costumbres y los cambios, lo cerrado y lo abierto, lo correcto y lo prohibido, etc. Es obvio que esto se debe a sus cambios de habitación, siendo originario de un pequeño pueblo y de pronto salir a una de las ciudades más grandes del mundo, influye en su visión de las cosas. Es un artista impregnado del espacio que lo rodea.[2]
Así pues, la obra poética de Velarde se ve envuelta en una seria percepción bilateral, la influencia provinciana y metropolitana, que lo lleva a un conflicto decisivo y contundente en su evolución como escritor. Veamos los siguientes poemas:
Noches de hotel
Se distraen las penas en los cuartos de hoteles
con el heterogéneo concurso divertido
de yanquis, sacerdotes, quincalleros infieles,
niñas recién casadas y mozas del partido.

Media luz... Copia al huésped la desconchada luna
en su azogue sin brillo; y flota en calendarios,
en cortinas polvosas y catres mercenarios
la nómada tristeza de viajes sin fortuna.å

Lejos quedó el terruño, la familia distante
y en la hora gris del éxodo medita el caminante
que hay jornadas luctuosas y alegres en el mundo:

que van pasando juntos por el sórdido hotel
con el cosmopolita dolor del moribundo
los alocados lances de la luna de miel.


Mientras muere la tarde

Noble señora de provincia: unidos
En el viejo balcón que ve al poniente,
Hablamos tristemente, largamente,
De dichas muertas y de tiempos idos.

De los rústicos tiestos florecidos
Desprendo rosas para ornar tu frente,
Y hay en los fresnos del jardín de enfrente
Un escándalo de aves en los nidos.

El crepúsculo cae soñoliento,
Y si con tus desdenes amortiguas
La llama de mi amor, yo me contento
Con el hondo mirar de tus arcanos
Ojo, mientras admiro las antiguas
Joyas de las abuelas en tus manos.

Ingenuas provincianas: cuando mi vida se halle
Desahuciada por todos, iré por los caminos
Por donde vais cantando los más sonoros trinos
Y en fraternal confianza ceñiré vuestro talle.

A la hora del Ángelus, cuando vais por la calle,
Enredados al busto los chales blanquecinos,
Decora vuestros rostros -¡Oh rostros peregrinos!-
La luz de los mejores crepúsculos del valle.

De pecho en los balcones de vetusta madera,
Platicáis en las tardes tibias de primavera
Que Rosa tiene novio, que Virginia se casa.

Y oyendo los poetas vuestros discursos sanos
Para siempre se curan de males ciudadanos,
Y en la aldea la vida buenamente se pasa.

Con estos dos poemas, nos damos cuenta de la distinción que hacía  Velarde de estos dos lugares, y que la ciudad y el pueblo fungieron papeles importantes como medios de desarrollo de su poesía. El primer lugar le permitió perfeccionar y difundir sus poemas y escritos, lo convirtió en uno de los pioneros de la poesía moderna en México. El segundo, fue donde creció y convivió la mayor parte de su vida, el ambiente campesino le era familiar y acogedor, de tal manera que le daba inspiración e ingenio, pero simultáneamente le causaba conflictos internos.
El primer poema, titulado Noches de hotel, refleja la imagen de Velarde sobre la vida en la ciudad, el sentido de sus contemplaciones y de la impura e imperfecta metrópoli,
Media luz... Copia al huésped la desconchada luna
en su azogue sin brillo; y flota en calendarios,
en cortinas polvosas y catres mercenarios
la nómada tristeza de viajes sin fortuna.

Así pues, es triste vivir en la ciudad, vacío, sucio, incurable, enervante, etc. Difícil se dibuja la sufrida habitación del hotel, con su frialdad conspira contra el más fuerte corazón. Es ahí donde entra el lugar del “terruño”, el entrañable hogar y la familia como añoranza, en el segundo poema se imagina la tranquilidad del pueblo,
Noble señora de provincia: unidos
En el viejo balcón que ve al poniente,
Hablamos tristemente, largamente,
De dichas muertas y de tiempos idos.
Bien se ve que la calidez y tranquilidad de la provincia, calma y cura los dolores de la metrópoli, se pierde en el disfrute de los calmados placeres campesinos y de la confianza de los habitantes, todos conocidos. Pareciera embriagar, dulcemente se deja llevar por la sencilla felicidad pueblerina. Así se ve en el contraste de los poemas, pero para Velarde es más complejo que eso, se convierte en una parte interesante, su preferencia no es a ninguno de los dos lugares, más bien los fusiona.
Perdido en dos mundos diferentes, Velarde logra aprovechar ese contraste y plasma las imágenes de cada uno, los abraza y los vive en conjunto, pero con distinción, están en su interior y hacen las paces viviendo en su complementación. Son, pues, una esfera común que se pierde en el centro de este poeta, pero que brota con la combinación de sus palabras y poemas.            Aquí está, el bien y el mal, la razón y la locura, la alegría y la desdicha, el goce y el sufrimiento, caminan de la mano y ayudan a Velarde a vivir su vida. Ahí está “El retorno maléfico”, su temor y amor por el pueblo lo confunden, pareciera que se mece de un lado a otro sin decidir su lugar definitivo. Por eso tiene miedo, por que no quiere permanecer en ninguno de los dos, prefiere convivir en ambos mundos.






[1] Jorge A. Rodríguez Castro (Universidad de Colima), “La figura de Ramón López Velarde en El Testigo, de Juan Villoro”, en Konvergencias Literatura, Año III, no. 11, Segundo Semestre 2009, ISSN 1669-9092, pág. 3.
[2] Ibid., pág. 4.